«Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo». 1 Pedro 5:6
Si entran a un ascensor para ir a la azotea de un rascacielos, ¿cuántos de ustedes presionarían el botón para bajar al estacionamiento subterráneo? Nadie. Sin embargo, en la manera de Dios de hacer las cosas, es nuestro trabajo someternos y humillarnos ante Él y Su trabajo levantarnos en Su tiempo y a Su manera. En otras palabras, la humildad es la forma en que Dios nos enaltece.
¿Qué es la humildad? Es la total dependencia de Dios para todo. Pregúntale a cualquier persona hoy y probablemente te dirá que necesita a Dios, pero simplemente no sabemos cuánto lo necesitamos. Esto es porque el orgullo enmascara nuestra verdadera condición ante Dios, y nos hace vernos como víctimas de nuestra circunstancia. Por naturaleza, nos gusta estar a cargo de nuestras vidas y no nos damos cuenta de que nuestras vidas pertenecen a Dios. Si supiéramos que necesitamos a Dios para respirar, para hablar, para despertarnos cada mañana, nuestra actitud hacia Él cambiaría. A menos que seamos humildes, no podremos inclinarnos ante Jesús.
Todos queremos ser apreciados, honrados y alabados, pero nunca debemos olvidar que nuestro Señor Jesús vino a servir, no a ser servido. Y Dios lo ascendió a la gloria, donde está sentado ahora, en un lugar de poder.
Escucha las palabras de Jesús en Lucas 14:8: «Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces, comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido».
Así que, si hoy te has dado cuenta de que estás cansado de intentar enaltecerte a ti mismo, es tiempo de que te des cuenta de que eres un siervo de Dios, y que la mejor posición en la que puedes estar es a Sus pies.