«Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente». Génesis 2:7

Cuando Dios moldeó al hombre en el principio, el hombre no llegó a ser hombre sino hasta que fue lleno. De la misma manera, cuando fuiste formado, no llegaste a ser un ser vivo hasta que el aliento de Dios sopló vida en tu ser espiritual.

Tu ser espiritual es el motor que conduce tu vida. Así como estas vivo mentalmente, físicamente, emocionalmente, no descuides la vida de tu espíritu.

David, un hombre conforme al corazón de Dios conocía la importancia de su ser espiritual, cuando oró en el libro de Salmo 119:40 «He aquí yo he anhelado tus mandamientos; Vivifícame en tu justicia».

Él sabía que sólo la justicia de Dios puede revivirnos espiritualmente, y que cuando su espíritu fue revivido y fortalecido, Él estaba listo para cualquier cosa que la vida le lanzara.

Mientras tengas el don de la vida, asegúrate de que tu espíritu sea revivido y esto es algo que sólo el Espíritu de Dios puede hacer a través de Su Palabra, que es espíritu y vida (Juan 6:63).

  • – ¡Oh Espíritu Santo, soplo de Dios, infunde en mí el aliento de Dios!
  • – ¡Oh Espíritu Santo, por quien fueron creadas todas las cosas, crea en mí una vida nueva, un nuevo comienzo!

ASEGURA TU CORAZÓN

Una casa construida sobre la roca permanece para siempre.
Por la fe, comenzamos a ver no a nuestras debilidades sino a creer que tenemos la justicia de Dios en Cristo Jesús. La justicia es la posición correcta delante de Dios. En Su presencia, tu corazón está seguro.

RENUEVA TU ESPÍRITU

A pesar de cuidar mucho nuestro aspecto físico, muchos de nosotros estamos desanimados, frustrados, temerosos, enojados, amargados y ofendidos en nuestro interior, y eso se manifiesta en nuestras palabras y en nuestro comportamiento, por mucho que intentemos ocultarlo. ¿Por qué? Porque nuestro corazón no está limpio y nuestra mente no está renovada.

CONDENADO POR TU CONCIENCIA

A menudo, la reprensión más fuerte es la que viene de nuestro interior. Porque los motivos de nuestro corazón no se pueden ocultar, y nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Por eso, si somos condenados por nuestra conciencia, hay esperanza para nosotros.