«¿Con qué limpiará el joven su camino?
Con guardar tu palabra.
Con todo mi corazón te he buscado;
no me dejes desviarme de tus mandamientos.
En mi corazón he guardado tus dichos,
Para no pecar contra ti.».
Salmo 119:9-11
No importa el desafío o la confrontación que enfrentes hoy, lo que importa es cómo respondes, porque nuestro verdadero enemigo es el pecado. Cuando nuestra impaciencia es provocada, nuestra paciencia tiene la oportunidad de crecer, cuando nuestro odio es provocado, nuestro amor tiene la oportunidad de crecer. Cuando nuestra duda es provocada, nuestra fe tiene la oportunidad de crecer. El salmista comprendió que la única manera de responder como Dios quiere que respondamos, es cuando la Palabra de Dios está en el interior de nuestro corazón.
¿Has guardado la Palabra de Dios en tu corazón? Recuerda, no es la palabra en tu boca lo que Satanás teme, ni lo que te dará la fuerza para resistir la tentación, ni lo que silenciará la voz del temor y la duda, sino solo la Palabra de Dios en tu corazón.
Es la Palabra de Dios en tu corazón la que te impedirá desear el pecado. Y el odio, la falta de perdón, la ofensa, los celos, la lujuria, la ira, el orgullo, la avaricia; todos los frutos de la carne comienzan en el corazón. Si puedes vencer la batalla de tu corazón, has vencido. Pero recuerda que la batalla no es física o emocional, sino espiritual. El pecado es algo espiritual; no hay poder o voluntad propia que pueda vencerlo. Es solo la Palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo.
Es por eso, que el arma más poderosa que tenemos es la Palabra de Dios en nuestro corazón.