Cuando Dios moldeó al hombre en el principio, el hombre no llegó a ser hombre sino hasta que fue lleno. De la misma manera, cuando fuiste formado, no llegaste a ser un ser vivo hasta que el aliento de Dios sopló vida en tu ser espiritual.
Tu ser espiritual es el motor que conduce tu vida. Así como estas vivo mentalmente, físicamente, emocionalmente, no descuides la vida de tu espíritu.
David, un hombre conforme al corazón de Dios conocía la importancia de su ser espiritual, cuando oró en el libro de Salmo 119:40 «He aquí yo he anhelado tus mandamientos; Vivifícame en tu justicia».
Él sabía que sólo la justicia de Dios puede revivirnos espiritualmente, y que cuando su espíritu fue revivido y fortalecido, Él estaba listo para cualquier cosa que la vida le lanzara.
Mientras tengas el don de la vida, asegúrate de que tu espíritu sea revivido y esto es algo que sólo el Espíritu de Dios puede hacer a través de Su Palabra, que es espíritu y vida (Juan 6:63).
- – ¡Oh Espíritu Santo, soplo de Dios, infunde en mí el aliento de Dios!
- – ¡Oh Espíritu Santo, por quien fueron creadas todas las cosas, crea en mí una vida nueva, un nuevo comienzo!