«A eso de la medianoche,  Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios,  y los otros presos los escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos.  Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos   se les soltaron las cadenas» Hechos 16:25-26

¿En qué medida nuestra oración se centra en nosotros? ¿Se inspira en lo que queremos recibir de Dios, en lo que estamos viviendo, en cómo es nuestra situación, cómo nos sentimos, cómo nos va, cómo nos tratan?

La oración es un asunto del corazón y la máxima oración es la meditación. Mediante la oración nos apoderamos de las promesas de Dios por la fe. Toda verdadera meditación y adoración traerá una respuesta a Dios porque orar es introducirnos en la mente de Dios, no hacer que Él se introduzca en la nuestra. El compromiso de nuestro corazón hacia Dios, sometiendo nuestras facultades a Él, desencadena una respuesta y esa respuesta puede ser acción de gracias, alabanza, confesión; y la respuesta de Dios será en tiempo oportuno y confiable; Él obrará a través de ti y en ti para una mayor respuesta a tus oraciones.

Meditar es enfocarse únicamente en Dios. Al centrarse en Dios, la fe surge espontáneamente. Centrarse en Dios pone todo en su perspectiva adecuada. Si la atención de Pablo y Silas se hubiera centrado en su injusto encarcelamiento, cuando el terremoto sacudió la prisión y soltó sus cadenas, habrían escapado al instante. Pero en lugar de eso, su alabanza dirigió su enfoque hacia Dios y se convirtieron en un canal de bendición, de profecía y de salvación para los prisioneros y para el carcelero y toda su familia. La meditación cambia nuestro enfoque y la fe hace que las cosas sucedan. La meditación cambia nuestro enfoque de lo natural hacia la presencia de Dios. Cuando tu corazón entra en la presencia de Dios, tus pensamientos se convierten en realidad. Porque conocer la presencia de Dios es conocer su poder.

Desde el interior de la celda de la prisión, Dios reveló a Pablo la intención del carcelero de suicidarse y gritó: «¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!». (Hechos 16:28) Ellos no interpretaron los signos externos para que les favorecieran, sino que se sometieron a la dirección de Dios en cada paso. Después de que el carcelero y su familia recibieron salvación, salieron de la prisión no como fugitivos, sino que fueron escoltados a la libertad con honor y dignidad, como ciudadanos romanos que habían sido maltratados.

En cualquier situación en que te encuentres, es demasiado pronto para quejarse, demasiado pronto para alegrarse antes de saber lo que Dios dice al respecto. Aprende esta lección de Pablo y Silas: podrás orar mal, pero jamás podrás alabar mal. Cuando alabas, dejas de centrarte en ti mismo, y sólo entonces podrás convertirte en un canal de Dios.

LO QUE ES DE DIOS

Esta instrucción de Jesús nos recuerda que hagamos lo que hagamos en esta tierra, sea lo que sea con lo que nos encontremos y lo que sea que se nos presente, nada debe apartar nuestro corazón de Dios. Diferentes responsabilidades, desafíos y presiones pueden pelear por llamar nuestra atención, pero nada debe tomar el lugar de Dios en nuestro corazón, porque nuestro corazón le pertenece a Él.

PERMITE QUE EL ESPÍRITU SANTO TE GUÍE

Cuando prestamos atención a la Palabra de Dios, viéndola no como una palabra ordinaria sino como la Palabra de Dios, entonces nuestra mente será renovada y nuestro corazón comenzará a desear las cosas de arriba. Debemos estar espiritualmente inclinados a descubrir las cosas espirituales.

EL HUERTO DE LA DECISIÓN

En el huerto del Edén, un lugar de placer, un lugar de abundancia, un lugar de intimidad con Dios, Adán desobedeció.
En el huerto de Getsemaní, un lugar de dolor, un lugar de tristeza, un lugar de sufrimiento donde delante de Él estaba el peso de los pecados del mundo y el rechazo de Dios, Jesús obedeció.