«Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor». «. 2 Corintios 3:16-18

Cuando abordamos un avión para emprender un vuelo vemos personas diferentes, de distintas razas, culturas, creencias. Antes de iniciar el viaje, ninguno de los pasajeros pregunta sobre la religión o identidad étnica de los pilotos, tripulación y mucho menos de los demás pasajeros. En este caso, los prejuicios no cambiaran la decisión de emprender el viaje.

¿Porque los prejuicios constituyen una barrera entre nosotros y los pasos importantes que podemos dar en nuestra vida?

Uno de los mayores obstáculos para tener una relación armoniosa son los prejuicios. Si resolvemos nuestras diferencias con los demás tal como lo hizo Jesús, se derribarán todas las barreras de prejuicios. Aprendamos de Jesús y de la mujer samaritana en Juan 4.

El primer obstáculo con el que se enfrentó Jesús fue la barrera del prejuicio. Jesús quería revelarse, pero había un obstáculo: los prejuicios. Jesús no comenzó diciendo «Yo soy El Mesías». Primero tuvo que traerla a la convicción. La verdad solo puede afirmarse en nuestro corazón a través de la convicción. Así que Jesús tuvo que iniciar la conversación desde el punto de vista natural. Él sabía que, si ella podía creer lo natural, sería capaz de ver la conexión entre lo natural y espiritual. Esta es la razón principal por la cual Jesús utilizó parábolas. Para ver esa conexión, se necesita un entendimiento o discernimiento espiritual.

La mujer venía a buscar agua natural, este fue el enfoque que Jesús utilizo para iniciar la conversación. Primero Jesús cruzo la barrera diciendo: «Dame de beber». ¿Por qué buscamos agua? Para satisfacer la necesidad de sed. Entonces Jesús le dijo: «cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás». Las palabras de Jesús despertaron la atención y el interés de la mujer y dijo: «dame de esa agua». ¿A qué tipo de agua se refería Jesús? El agua que proporciona la solución permanente no es agua ordinaria, y necesita ser discernida e ingerida espiritualmente. La mujer necesitaba que sus ojos y entendimiento espiritual fueran abiertos. El mismo Dios que le abrió los ojos a Agar para que viera el pozo que le salvo la vida es el mismo Dios que le abrió los ojos y el entendimiento espiritual a la mujer samaritana para discernir el verdadero pozo del que brota agua viva.

La mirada de Jesús hacia su corazón reveló los verdaderos problemas de su vida y la mujer se sorprendió al oír cómo se desvelaban los secretos de su corazón. Su enfoque cambió. Ella vio en Jesús a un profeta, y una persona espiritual. La mujer le dijo a Jesús que el único que podía abrirle los ojos era el Mesías al cual ella había estado esperando «Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando Él venga nos declarara todas las cosas». (Juan 4:25)

Al ver Jesús que ella le prestaba atención, le revelo «Yo Soy, Yo soy el Mesías».

La revelación quito el velo de los prejuicios, con esto llego el entendimiento espiritual y ella quedo convencida en su corazón.

Pídele al Espíritu Santo que quite de tu corazón el velo de los prejuicios humanos para que puedas ver las cosas desde la perspectiva de Cristo.

ASEGURA TU CORAZÓN

Una casa construida sobre la roca permanece para siempre.
Por la fe, comenzamos a ver no a nuestras debilidades sino a creer que tenemos la justicia de Dios en Cristo Jesús. La justicia es la posición correcta delante de Dios. En Su presencia, tu corazón está seguro.

RENUEVA TU ESPÍRITU

A pesar de cuidar mucho nuestro aspecto físico, muchos de nosotros estamos desanimados, frustrados, temerosos, enojados, amargados y ofendidos en nuestro interior, y eso se manifiesta en nuestras palabras y en nuestro comportamiento, por mucho que intentemos ocultarlo. ¿Por qué? Porque nuestro corazón no está limpio y nuestra mente no está renovada.

CONDENADO POR TU CONCIENCIA

A menudo, la reprensión más fuerte es la que viene de nuestro interior. Porque los motivos de nuestro corazón no se pueden ocultar, y nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Por eso, si somos condenados por nuestra conciencia, hay esperanza para nosotros.