«Y Jesús les dijo: Denle, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y quedaron admirados de él»
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Marcos 12:17

La sabiduría de la respuesta de Jesús ante una pregunta engañosa toca cada corazón y nos obliga a preguntarnos: ¿Le damos a Dios lo que le pertenece?

En Ezequiel 18:4, Dios nos dice que Él es el Dueño de nuestra alma.

Esta instrucción de Jesús nos recuerda que hagamos lo que hagamos en esta tierra, sea lo que sea con lo que nos encontremos y lo que sea que se nos presente, nada debe apartar nuestro corazón de Dios. Diferentes responsabilidades, desafíos y presiones pueden pelear por llamar nuestra atención, pero nada debe tomar el lugar de Dios en nuestro corazón, porque nuestro corazón le pertenece a Él.

Cuando estás solo, no estás solo porque Dios está con tu espíritu.

Y al final de nuestra vida natural, el Espíritu regresa a Dios quien lo dio y aquellos que han caminado con Dios aquí, morarán con Él para siempre.

ASEGURA TU CORAZÓN

Una casa construida sobre la roca permanece para siempre.
Por la fe, comenzamos a ver no a nuestras debilidades sino a creer que tenemos la justicia de Dios en Cristo Jesús. La justicia es la posición correcta delante de Dios. En Su presencia, tu corazón está seguro.

RENUEVA TU ESPÍRITU

A pesar de cuidar mucho nuestro aspecto físico, muchos de nosotros estamos desanimados, frustrados, temerosos, enojados, amargados y ofendidos en nuestro interior, y eso se manifiesta en nuestras palabras y en nuestro comportamiento, por mucho que intentemos ocultarlo. ¿Por qué? Porque nuestro corazón no está limpio y nuestra mente no está renovada.

CONDENADO POR TU CONCIENCIA

A menudo, la reprensión más fuerte es la que viene de nuestro interior. Porque los motivos de nuestro corazón no se pueden ocultar, y nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Por eso, si somos condenados por nuestra conciencia, hay esperanza para nosotros.