«Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas».


Apocalipsis 3:17-18

El orgullo oculta la verdadera condición de nuestro corazón ante Dios. Era este orgullo el que Jesús atacaba cuando le dijo a los fariseos que echaron al ciego de la Sinagoga después de haber recibido la vista: «Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece».


Juan 9:39-41

A menos que nuestros ojos espirituales se abran, seguiremos sirviendo a un Dios que no conocemos como los gobernantes religiosos de la época. ¿Cómo se puede honrar a Jesús cuando lo miramos por vista y lo oímos con los oídos? Sólo la fe le agrada a Él.

¿Por cuánto tiempo caminaremos en la oscuridad espiritual cuando la luz del mundo está con nosotros en la Palabra viva? Solo cuando nos damos cuenta de que estamos ciegos en nuestro conocimiento sensorial necesitamos el don de la revelación, el don de ojos que vean, de oídos que oigan lo que Jesús nos dice.

Señor Jesús, ayúdame a ser perceptivo y a estar alerta a cualquier forma o medio que Tú elijas para hablarme. Dame ojos para ver y oídos para oír, en el nombre de Jesús.

ASEGURA TU CORAZÓN

Una casa construida sobre la roca permanece para siempre.
Por la fe, comenzamos a ver no a nuestras debilidades sino a creer que tenemos la justicia de Dios en Cristo Jesús. La justicia es la posición correcta delante de Dios. En Su presencia, tu corazón está seguro.

RENUEVA TU ESPÍRITU

A pesar de cuidar mucho nuestro aspecto físico, muchos de nosotros estamos desanimados, frustrados, temerosos, enojados, amargados y ofendidos en nuestro interior, y eso se manifiesta en nuestras palabras y en nuestro comportamiento, por mucho que intentemos ocultarlo. ¿Por qué? Porque nuestro corazón no está limpio y nuestra mente no está renovada.

CONDENADO POR TU CONCIENCIA

A menudo, la reprensión más fuerte es la que viene de nuestro interior. Porque los motivos de nuestro corazón no se pueden ocultar, y nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Por eso, si somos condenados por nuestra conciencia, hay esperanza para nosotros.